García estará el 26 en el Arena Maipú, habla de su primer
encuentro con la música, de Cerati y de su relación con Mendoza.
Charly vive. Vive porque quiere vivir. Porque siempre quiso
vivir, aun cuando caminó por el borde de la muerte, aun cuando se tiró hacia
ella desde el piso 9. Como Ícaro al sol, Charly fue hacia la oscuridad sólo
para no terminar de llegar nunca, para quedar bien vivo, entre los vivos.
Como en esas malas películas de la siesta en Space, sobre
esos tipos que a punto de encontrar un final no acorde con su vida, se
encuentran ante una oportunidad divina de revertirlo todo. Su relación con
Mendoza, con los argentinos no podía terminar así. García era (y es) más grande
que su caricatura.
Hace cuatro años, policías y enfermeros entraron a la
habitación 109 del hotel Solaz de los Andes, Mendoza, y adormecieron al huracán
que en ese momento lo rompía todo, incluso a sí mismo. Con los músculos tensos,
un solo zapato y el rostro contra la camilla, así, se lo tragó una ambulancia.
Lo internaron. Vos y yo creíamos que no zafaba de ésta. Que Mendoza había sido,
de nuevo, mucho para él. Que su carrera terminaba con ese patético cuadro; él,
que era tan libre, atado. Su música, devorada por el personaje; y García, de
nuevo, nadando en las negras aguas de la muerte. O de la locura (que
amargamente es lo mismo).
Como en esas malas películas, donde ángeles dan otras
oportunidades a tipos que todavía no se dan de narices con su destino, García
vuelve a su averno personal. Retorna a Mendoza, para exorcizar los miedos y
gritarnos, como ahora, por teléfono desde Buenos Aires, que está vivo: “¡Loco,
estoy feliz de volver a Mendoza! Estoy bárbaro. En serio que tengo muchas
ganas. He tenido mis aventuras ahí y Mendoza se ha aventurado conmigo. Pero
¿sabés qué? Yo quiero mucho a Mendoza. Fue todo un quilombo lo que pasó allá.
Pero fue eso y nada más. No tiene nada que ver con la relación con la provincia
a la que la quiero tanto”.
-¿Hay algo de revancha en el recital del 26 aquí?
-Si no me lo puntualizan, ni me acuerdo de lo que pasó en
Mendoza porque en realidad hoy sólo sé que tengo muchas ganas de tocar. Mirá,
la banda está sonando bárbara, yo me siento pleno en el escenario. ¿Qué te
puedo decir? Va a ser una fiesta cuando toque allá, eso ya lo sé. Pueden venir
tranquilos. ¡Y si han agotado las entradas iré otra vez! Me pone muy contento
que esté todo bien. Estar bien.
-¿Qué vamos a ver en tu show en el Arena?
-No va a ser un show corto, pero tampoco largo. Voy a elegir
lo que me parezca más lindo en ese momento de las 60 canciones que tenemos de
base. El último show fue en Nueva York y entonces elegimos un repertorio que
empezó con “Funky” y nos dio mucho resultado, así que seguramente también
arrancaremos por allí. Los mendocinos tendrán una versión neoyorkina de Charly.
-Entonces, ¿creés que Mendoza esta vez no te va a volver a
golpear...?
-No va a ser un show más. Pero las cosas van a ser más
claras. Si hubo un momento de cruce con Mendoza no fue con una provincia sino
con algunas personas, ¿no? Pienso que éste es un momento lindo para que se
olvide todo eso y se ponga la música como protagonista.
-Todos hablan del “nuevo Charly” y de “un viejo Charly”, que
era el de los escándalos. ¿Vos también lo vivís así?
-Es una cuestión que a todo el mundo le pasa, los cambios;
pero en mi caso, es como que fui muy exagerado en todo lo que hice. Porque todo
en mi vida es más exagerado. Tuve una época conflictiva, sí. Lo que pasó en tu
provincia fue un ejemplo tremendo, porque me llevaba la policía por algo que no
había hecho, mi manager se desentendía de todo y fue todo una confusión hasta
llegar al salto (desde el piso 9).
Hoy no lo haría de nuevo, pero no me arrepiento de haberlo
hecho. Uno cuando está atomizando el presente, si está más o menos contento con
lo que le pasa, no está mirando el pasado. Yo lo veo así: fue una cosa que me
pasó, ni buena ni mala, me pasó. Fue una transformación. Estoy contento de
haber salido de la transformación siendo una mariposa y no un gusano.
-Mencionaste el incidente del noveno piso... Hasta que
caíste al agua, ¿qué pasó por tu cabeza?
-Me acuerdo que no me tiré porque quería que me pasara algo
malo pero sabía las consecuencias que podía tener. Cuando ya estaba cayendo, en
la primera parte del salto, cuando todavía estás bajo la influencia de tus
músculos, es una cosa; pero después te chupa la gravedad y caés como un meteorito.
¿Qué pensé? Me acuerdo de cagarme de risa. Pensé que iba a ver a Dios o la
película de mi vida... ¡y no vi nada, realmente! (ríe).
-¿Y qué hay que pedirle al ‘nuevo Charly’ músico? ¿Más de lo
mismo? ¿O se puede esperar la transformación musical, de nuevo?
-De las dos formas sería genial. Más de lo mismo también:
porque ahora estoy haciendo la obra “60 x 60” (la presentación en vivo de un
lujoso box de tres DVD y tres CD) y puedo elegir entre 60 canciones para hacer
en un show y las estoy tocando y disfrutando. Es decir, no reniego para nada,
al contrario, estoy muy contento con eso. Pero también está mi parte que me
dice: “Hacé algo nuevo, loco”. Y estoy pensando en fórmulas matemáticas y cosas
que den un quiebre.
Siempre hice eso: cuando estaba en Sui Generis, me fui a La
Máquina de Hacer Pájaros, después Serú Girán, y todo surge del mismo tipo. De
mí. Lo que fue cambiando fue sólo la forma de presentar mi música, influenciado
por los sonidos del momento, por la cuestión política, por lo global. Ahora me
gustaría hacer algo que rompa. Me gusta lo que hicieron Peter Gabriel y Annie
Lennox, que lograron discos sin bajo ni batería, orquestados, y rompieron con
su imagen. Seguramente me voy a largar a hacer algo nuevo, sin saber todavía
qué corno voy a hacer (ríe)
-¿Y tus nuevas canciones, las que todavía no conocemos, a
qué suenan? ¿Al Charly clásico o al vanguardista?
-Quiero que sea de vanguardia, porque creo que enfrentarme
al Charly clásico... ¡es muy difícil! Lo nuevo tiene mucho que ver con esta
nueva formación que tengo: cuerdas, vibráfono, bandoneón. Somos 11. Es una
orquesta, creo que va a venir por ahí. Las primeras experimentaciones ya están
hechas, van por ese lado. Orquestar.
Charly pasa la tarde en la casa de Mecha, su mujer. Su
chica, si es por una cuestión de edad. “Atiende la llamada de la entrevista
aquí, de entrecasa, para estar más cómodo y así hablar tranquilo”, nos cuenta
ella. El protagonista de esta historia viste jeans, un cardigan y una remera
roja. “Irradia buena onda”, describe su pareja. Lo cierto es que nunca antes lo
había sentido tan amable a García, tan concentrado en la charla. Sí, tan buena
onda. No se lo escucha adormilado, como sí en muchas entrevistas que estuvo
dando en esta etapa de transición, en este proceso de dejar ese eufemismo
conocido como “excesos” y que no es otra cosa que dejar las drogas y el
alcohol.
-Si apareciera Dios, un genio, un hada, lo que sea, y te
dice: ‘Te doy la oportunidad de volver a vivir un día de tu vida’, ¿cuál elegirías?
-Tengo muchos días para elegir. Pero así, un poco de
sopetón, me viene la imagen de mi primer concierto de música clásica. Cuando
tenía cuatro años. Ése fue un día muy feliz. Yo tenía oído absoluto y se dieron
cuenta mis padres. Me pusieron una profesora y ya a los cuatro años debuté en
el teatro del conservatorio. No llegaba ni a los pedales del piano. Sentí que
tenía una conexión con la gente que todavía la tengo. Fue como el comienzo de
algo.
-¿Y te acordás del primer disco que compraste?
-Sí, me acuerdo. El primer disco que compré fue un disco
doble, uno que tenía cuatro canciones de los Beatles: “Twist & gritos” y
“Hay un lugar” (los otros tracks son "Un gusto a miel” y “Quiero conocer
un secreto"). Fue una experiencia casi mística. Lo puse y me voló la
cabeza. Me motivó totalmente a componer. Yo hasta esa época era un intérprete
de música clásica, porque la música clásica no se puede componer, ya están
todos muertos: Beethoven, Chopin. Entonces, mi profesora no me alentaba para
nada a componer y cuando escuché a los Beatles me di cuenta que ése era el
camino, que ése era el futuro de la música.
-Si viniera alguien del extranjero y me preguntara: “¿Quién
es Charly García?” ¿Qué le contesto?
-Mirá: mostrale un disco de 60 x 60 y ahí está todo. En una
canción se dará cuenta de quién soy. La música es el lenguaje universal y te
abre puertas. Un tipo de Alaska o de donde sea, seguro que se va a copar con
algo de todo eso. Hace un tiempo vino Tony Levin, el bajista de Peter Gabriel,
y subió a su página web una versión de “Rezo por vos” que me voló la cabeza.
Hay muchas cosas que entre músicos y amantes de la música se pueden compartir.
Entonces, cosas raras o que parecen insólitas pueden suceder.
-Cuando te subís al escenario, ¿qué canción tenés más ganas
de tocar?
-En este momento que me lo preguntás, se me viene a la mente
“Piano Bar” que con los nuevos arreglos ha crecido mucho. En realidad tengo
ganas de cantar todas, pero esa canción resalta a los bandoneones y a los
violines mucho... Y ése es el sonido que estoy buscando. Mezclar el rock con el
tango.
-¿Qué tema de otro autor te hubiese gustado componer?
-Seguramente, alguna de Spinetta. De la etapa Almendra o de
Pescado Rabioso, ese tipo de composición es la que más admiro. Y, por cierto,
que ya no esté Luis entre nosotros le da un significado especial a su música.
Yo tuve la suerte de hacer varias canciones con él, y nos llevábamos muy bien
en el aspecto compositivo. Éramos muy distintos pero había puntos de unión.
Seguro que de Cerati o Fito también me hubiera gustado componer temas. Siempre
uno tiene que ser abierto a todo, no hay que sentirse todo el tiempo el centro
del mundo. Hay millones de canciones que me gustan. Y si hablamos en el plano
internacional, los Beatles, Bob Dylan, los Who, etcétera, etcétera.
-¿Por qué nunca se dio el disco juntos de Charly y Spinetta,
proyecto del que salió “Rezo por vos”?
-Nos asustamos un poco. Sobre todo porque después de
componer “Rezo por vos”, que dice “y quemé las cortinas y me encendí de amor” y
todo eso, ¡se nos quemó el departamento! (ríe). Estábamos haciendo ese tema en
un canal de TV y después me llamaron por teléfono y me dijeron: “Se te quemó la
casa, negro”. Nos asustamos. Nos respetamos más todavía desde entonces y nos
hicimos más amigos.
Pero nos dio un poco de miedito juntarnos. Mismo, recuerdo
cuando íbamos por la calle caminando, a comprar facturas o alguna masita para
picar, la sensación de ir por Santa Fe y Coronel Díaz, los dos juntos y que la
gente flasheara tanto. O sea era muy fuerte la dupla.
-A Cerati lo fuiste a visitar...
-Sí. Fue una cosa muy misteriosa lo que le pasó. Realmente
yo tenía la mejor con él... Cuando lo vi, parecía dormido. Yo todavía tengo
esperanzas de que se pueda despertar, porque es un tipo con mucha fuerza
interior y no puedo dejar de relacionarlo con el caso de Herbert Vianna, de
Paralamas, que tuvo algo parecido, con un accidente de otro tipo. Pero en un
momento logró conectarse. Si está vivo Cerati, por algo debe ser.
En una ventana, el procesador de texto con el tipeo de estas
palabras; en la otra, la reproducción de “El Ángel Vigía”, uno de los DVD 60 x
60. En el video, Charly se mueve dentro de unas calzas rojas, debajo de una
espesa permanente. Los parlantes exhalan: “Los chicos tienen un lugar donde
viven esas cosas que asombran”.
“Está vivo porque su obra lo está”, es una frase gastada que
se suele usar cada vez que algún notable muere o cae en desgracia. Pero ahí lo
vemos, con su pose de tipo que supo hablar de lo que ningún otro habló cuando
no se podía hablar. Que hizo las canciones que son la banda de sonido de una
generación que tiene pocas alegrías en común. Entonces, aparece en el monitor
de esta computadora la frase remanida, que parece escribirse sola: “Está vivo
porque su música lo está”.
-¿Tuviste alguna vez la sensación de morirte o de volverte
loco?
-No. Es decir, viví cosas peligrosas pero nunca me sentí
como si estuviera frente a una enfermedad terminal o muy al borde. Tampoco me
gustó nunca coquetear con la muerte, o sea: a mí me gusta mucho estar acá,
disfruto cada segundo que tengo. Por algo le puse 60 x 60 al nuevo trabajo:
asumo completamente mis 60 años, quizá un poco melancólicamente evoque la
década de los sesenta, como una época de florecimiento, pero el disco es la
prueba de que me siento muy bien. Realmente.
Por: Leonardo Rearte